Todo era incierto para el Atlético de Madrid, ya sin Griezmann ni Morata sobre el campo, allá por el minuto 78, cuando Correa se inventó el gol de la victoria con un regate dentro del área y la asistencia a Memphis Depay, el autor del definitivo 1-0 con el que derribó al Sevilla y avanzó a la semifinal de la Copa del Rey, con la polémica final de un penalti para el equipo andaluz señalado primero y corregido después en el monitor.

En la penúltima acción del duelo, en los instantes finales, al borde del cierre, Pablo Barrios se lió. Condujo, condujo y condujo hasta su terreno, hasta que la entregó a Erik Lamela, al que se lanzó en su afán de cortar la jugada ya dentro del área. Gil Manzano vio primero pena máxima. Después rectificó. Una jugada al límite.

Lee también: El Athletic triunfa sobre el Barcelona en otro clásico de Copa inolvidable

El 1-0 fue un premio a la insistencia

También un alivio en un panorama más que complejo en el Metropolitano, escenario de su vigésimo cuarta victoria en los últimos 26 partidos, con dos empates. Y un golpe para el conjunto andaluz, que aún amenazó con el 1-1 en una ocasión inmejorable rematada al limbo por Sergio Ramos; sin la inspiración de Correa, quizá ante su último servicio si se va a Arabia Saudí, sin el tino de Memphis, un goleador indudable.

Argentino y neerlandés, fuera del foco de la titularidad desde hace muchos meses, superados en la competencia por el imponente momento de Morata y por el talento incontestable de Griezmann, reclamaron el protagonismo en la resolución de un encuentro competido, que nunca navegó del todo para nadie, hasta su conclusión, hasta la apoteosis del Metropolitano.

Antes del fútbol, el luto. Dos aficionados sevillistas, padre e hijo, rumbo a Madrid para el partido, y un camionero fallecieron en el accidente múltiple de esta mañana en la A-4. Brazaletes negros y un sentido minuto de silencio en el Metropolitano. Banderas a media asta en el Sánchez Pizjuán y en su ciudad deportiva en Sevilla. Su memoria marcó el inicio.

Después, el partido

No empezó como había imaginado y preparado Simeone. A gritos, nervioso, agitaba los brazos para corregir a sus futbolistas. Quique Sánchez Flores, más tranquilo, visualizó un interesante inicio. Un punto de partida. Goleado el domingo por 5-1 en Girona, el Sevilla no se encerró. Ni mucho menos. Surgió en campo ajeno con control.

Al Atlético lo aplacó visiblemente. Cerrado el camino para Lino -dos hombres siempre vigilantes a su desborde y poco espacio para correr a la espalda de la zaga-, apagó entonces al equipo rojiblanco, a contracorriente. Hasta le metió el miedo en el cuerpo, cuando Sergio Ramos no llegó por milímetros, cuando Isaac Romero probó fortuna. Alto. Diez minutos.

Ya había variado el partido, menos denso, más intenso y menos atenazado el Atlético, menos ágil el Sevilla, más concentrado ya en su territorio, cuando el conjunto madrileño se encontró con un penalti: Molina conectó una pared con Griezmann, cuya devolución invitó a estirar la pierna a Marcao, que no tocó el balón, que sí derribó al lateral argentino.

Pena máxima. Minuto 25

Griezmann colocó al balón, se dirigió hacia la pelota para golpear con la izquierda… Y se resbaló. Su lanzamiento salió tres metros por encima del larguero. Cosas que ocurren una vez en la vida. Quizá una más. Fue este jueves para el máximo goleador de todos los tiempos del Atlético. La ocasión -la única del primer acto- perdida.

Aclamado Griezmann en cuanto tocó el siguiente balón, el equilibrio aún era invariable sobre el terreno, cuando Gil Manzano señaló el intermedio. De espectador, Arthur Vermeeren. El Atlético quiere impresionar y convencer al medio centro internacional belga de 18 años que no hay mejor sitio que el club rojiblanco para su carrera. Su acuerdo con el Amberes es un hecho. El del jugador está muy cerca. Una necesidad veraniega en invierno.

Ni un solo remate de verdad en 45 minutos. De ninguno de los 20 jugadores de campo. Una semifinal en juego y un partido distinto en el segundo tiempo. El Sevilla, más atrás. El Atlético, más voraz. Una chilena de Griezmann reactivó al bloque local. Minuto 52. Una aparición de Lino, por primera vez con espacio para correr, fuera del foco de sus marcadores, agitó aún más el duelo. Lo paró Nyland. Un impulso local. Un aviso visitante.

Ya no atravesaba apenas el Sevilla su medio campo. Resguardado, también expuesto, dio un paso atrás. Le entregó el balón al Atlético y lo esperó en su terreno. Hay riesgos también cuando sólo se defiende, más aún en un escenario como el Metropolitano, todavía más con adversarios como Griezmann. Su volea repentina fue gol. No valió. Fue fuera de juego. La respuesta de Marcao en el otro área fue un remate flojo a las manos del inédito Oblak.

En ese filo tan delgado se movía ya el partido, cuando Simeone prescindió de Griezmann y Morata. Sorprendió el cambio del francés, demasiado cargado. No era su mejor versión, pero es tan decisivo -valga el ejemplo hace una semana ante el Real Madrid en la prórroga- que su mera ausencia ya parece un beneficio para el rival. Entraron Correa y Memphis, al que le anularon un gol en su primera intervención. Era el minuto 68. Era fuera de juego.

La segunda fue el 1-0 del Atlético, diez minutos más tarde, entre Correa y él. El argentino, en ese modo imprevisible, en ese instinto, en ese atrevimiento genial por momentos, desesperante en otros, sorteó dentro del área a Marcao para servir el gol a Memphis, que se lanzó a por el gol, que deshizo el empate. Sin Griezmann ni Morata. Con Memphis y Correa. Con la polémica final del penalti invalidado. Este viernes conocerá su rival en las semifinales. Real Sociedad, Athletic o Mallorca.