Quienes hoy somos adultos recordamos haber crecido en una ciudad que nos era más amigable, teníamos la oportunidad de recorrerla porque nos mandaban solitos a la tienda, o caminábamos del colegio de regreso a la casa, teníamos tareas razonables, solo para repasar lo aprendido en la clase, así que luego del almuerzo y de no más de una hora de deberes escolares, la tarde se nos extendía luminosa y plena para salir a la calle en busca de los amigos.

El barrio se convertía en nuestro territorio y las amistades de la vida se forjaban en la cuadra; jugando al escondite, a la tenta y quienes tenían un espíritu más audaz nos atrevíamos a explorar un territorio verde y desconocido que nos atraía con su sombra perenne y su vida silvestre de animales, flores y plantas, los barrancos. La invitación era “vamos a barranquear”, por aquí la palabra barranco la convertimos en verbo.

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La Ciudad de Guatemala, está prácticamente circulada por un cordón verde compuesto por barrancos, verdaderas reservas ecológicas. Estos abarcan un 42% de la superficie de la capital.

En décadas pasadas la ciudad se circunscribía de una manera más armoniosa con estas quebradas que delimitaban lo urbano de lo natural. Pero al pasar de los años, el crecimiento desbordado de una ciudad sin planificación ni regulación, los fenómenos de migración del campo a la ciudad y más recientemente la especulación inmobiliaria, terminaron por ir poblando las laderas con diferentes desarrollos algunos de primer nivel y otros muy precarios en la búsqueda de suplir las necesidades de vivienda de una creciente población urbana que se ha asentado en áreas de alto riesgo por su vulnerabilidad ante deslaves e inundaciones.

Barrancos, cinturón ecológico

Adicionalmente la ciudad ha venido maltratando a su cinturón ecológico como espacios convertidos en vertederos de desechos. Algunos legales y otros muchos ilegales; los bosques se han talado inmoderadamente afectando la capacidad de captación de agua en los barrancos. Además, prácticamente todo el circuito de ríos en las quebradas urbanas está convertido en desfogues de aguas negras de la ciudad.

Resumiendo, nos estamos quedando, sin oxígeno, sin agua y estamos depredando de forma acelerada toda la rica biodiversidad que habita en los barrancos.

Ante este paisaje desolador cuesta seguir acuñando nuestro verbo local favorito porque aquí, tú ya no barranqueas, ellos ya no barranquean, nosotros ya no barranqueamos.

Pero, a pesar de esta dura realidad y del enorme estigma que los rodea; los barrancos siguen ahí para quien escuche el llamado de la biofilia. Esa conexión innata que los seres humanos tenemos con la naturaleza y quienes hemos podido aventurarnos a bajar encontramos aún la frescura de su sombra, la maravillosa  diversidad de aves, mariposas y animalitos y aún más, si cerramos los ojos y hacemos caso omiso de nuestro sentido del olfato, podemos escuchar el rumor del agua fluyendo al fondo y aún podemos imaginar que es el antiguo río de aguas cristalinas.

Imaginar

Pues bien, ahora te invito a cerrar los ojos, imagina una ciudad rodeada de parques ecológicos, a los que los vecinos acuden para aprender de la naturaleza, los niños aprenden a respetarla y cuidarla, las familias se reúnen en caminatas entre bosques, hay mesitas para pícnic, los deportistas se organizan para hacer trekking, en cada río de cada barranco se ha construido un hermoso jardín de vetiver que además de decorar el lugar funciona como planta de tratamiento para las aguas del río. Cada fin de semana se organizan caminatas guiadas por estudiantes y biólogos para conocer la flora y fauna del lugar.

La Ciudad de Guatemala es el destino imprescindible para miles de “pajareros” del mundo que recorren de madrugada los barrancos para observar las más diversas y bellas aves.  Existen preciosos miradores construidos con bambú y en los techos se han colocado pequeños paneles solares que se cargan en el día y por la noche iluminan los senderos para aquellos que se aventuran para conocer la fauna nocturna, tacuacines, búhos y murciélagos son los favoritos. Cada parque tiene un equipo de guarda parques entrenados para cuidar al visitante, pero también para enseñarnos a cuidar y mantener el delicado equilibrio de cada ecosistema que se alberga en los barrancos.

Entorno natural

La ciudad ha dado por fin la cara a su mayor riqueza. Los nuevos edificios se diseñan en armonía con el entorno natural, su escala es humana y en todos se reutiliza y se tratan las aguas, los desechos se separan, se reciclan y hay pequeños huertos urbanos que son fertilizados con lo que se produce en las aboneras comunitarias. Una gran cantidad de personas ha dejado de usar carro. La ciudad está interconectada a través de los barrancos  por medio de puentes para ciclistas y peatones. Cada zona compite por el mejor diseño, anualmente se organizan concursos internacionales que tienen una gran demanda y Guatemala se mira ahora como un centro de atracción mundial del diseño.

Sí, aunque nos cueste creerlo, esta ciudad que acabamos de soñar juntos, es una ciudad posible. La invitación está extendida porque es necesario, porque es urgente, porque es el legado que merecen nuestros hijos; los Barranqueros del Siglo XXI a quienes debemos devolverles el verbo que hemos perdido… barranquear. [Por Ninotchka Matute. Vía Hiperhurbana y EntreCultura]