El 15 de septiembre de 1821, la participación de una ilustrada mujer fue decisiva para que se firmara el acta de independencia.
La situación económica era sumamente negativa. Las decisiones de dos reyes, Carlos III y Carlos IV, habían empobrecido a la población. Carlos III había ordenado el traslado de la capital, del valle de Panchoy al de La Ermita; con la justificación de no sufrir por los terremotos. Cuando trasladaron la ciudad, todas las hipotecas las perdonaron, pero la medida empobreció a las órdenes religiosas. En esa época funcionaban como los bancos, pues habían hecho miles de préstamos a los habitantes españoles.
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El producto de estos préstamos constituía el ingreso de los sacerdotes y la subsistencia de las monjas. Por ello, varios sacerdotes empezaron a criticar, durante los sermones de las misas, las acciones de los reyes.
Años después, Carlos IV, volvió a utilizar los préstamos hipotecarios obligando a los deudores a pagar. Pero no a quienes les habían prestado el dinero, las órdenes religiosas, sino al rey, con lo que ocasionó cierre de talleres y comercios; lo que empobreció a los propietarios, pero también a los trabajadores, que quedaron desempleados al cerrarse los talleres y comercios.
Como años antes, las más perjudicadas fueron las órdenes religiosas pues volvieron a perder todo su dinero.
La situación provocó que muchos sacerdotes criticaran más al rey. En ese ambiente, un grupo de personas eruditas se reunieron el hospital y convento de Belén, en 1813, entre ellos dos miembros de la familia Bedoya. Criticaban al gobierno. Fueron denunciados y apresados.
San Mateo Bedoya y González de Molina
Otro miembro de la familia era María Dolores Antonia de San Mateo Bedoya y González de Molina.
A diferencia de la mayoría de las mujeres de su época, Dolores era ilustrada y, como sus hermanos, estaba convencida de que era necesaria la Independencia. Por eso, el 14 de septiembre de 1821, mantuvo una intensa actividad para promover la emancipación luego que el gobernador español convocara a una reunión para resolver la separación de Chiapas del reino de Guatemala.
Así, el 15 de septiembre por la mañana, Dolores Bedoya de Molina contrató una marimba y quemó cohetillos para convocar a los habitantes frente al Palacio de gobierno -donde ahora está el Parque Centenario-, impidiendo que, hacia las diez, los representantes reunidos salieran del edificio sin haber firmado el Acta de Independencia.
Fue por su insistencia que alrededor del mediodía, la reunión terminó y como indica el Acta: “oído el clamor de ‘viva la Independencia’, que repetía lleno de entusiasmo el pueblo que se veía reunido en las calles, plaza, patios, correderos y antesala de este palacio, solicitando que el acta se hiciera pública para prevenir las consecuencias que serían terribles, en el caso de que dicha independencia la proclamase el mismo pueblo”, atemorizados ante la convocatoria que realizó una mujer memorable, doña Dolores Bedoya.