Bajo la sombra de una bella jacaranda, o un enorme pino, incluso recostado en la verde grama de una loma. Los jardines del Cerrito del Carmen han sido un oasis desde que la Nueva Guatemala se asentó en el Valle de la Virgen.
No solo por su Ermita donde se venera a la Virgen del Carmen que, según la tradición mandó donar Santa Teresa de Ávila a Guatemala, sino porque las laderas del cerro y los campos contiguos de la Corona, hoy Barrio Moderno y parte del barrio de la hoy Candelaria, eran campos ideales para sembrar distintos cultivos o pastar ganado.
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Pasó el tiempo, y con el traslado y la eventual ocupación, su zona verde se fue haciendo cada vez más y más pequeña. Incluso se usó como campamento posterior a los terremotos de 1917-18; los jardines del Cerrito finalmente, al ir siendo desocupados, empezaron a ser readecuados.
Románticos caminamientos con senderos, descansos, graderíos sinuosos, jardines, llegaron a complementar el antañón y colonial empedrado de mármol gris.
Luego de años y gobiernos, se iba embelleciendo más y más estos jardines. Elegantes pérgolas para sostener las enredaderas de buganvilias, fuentes escalonadas. Hasta una enorme plaza que rendía homenaje a las relaciones Guatemala-México, totalmente cubierta por loza de talavera poblana.
Sin embargo, al paso de los años el embellecimiento cesó. Un mantenimiento irregular, hasta que fue nulo y un sector degradado al punto de ser catalogada como área roja. Toda una pena para este micro pulmón en potencia de la ciudad de Guatemala.
La revitalización de los jardines del Cerrito
Ante esta situación, hace casi ya 30 años que un grupo de personas en una alianza público-privada, decidieron tomar acción; con esfuerzo y gestionando fondos y ayudas, ir recuperando este enigmático lugar. Han sido años de ir reparando cada sendero, cada calzada, cada estación del vía crucis, repoblando de vegetación, reparando fuentes, incluso han restaurado la gran fuente-escenario de talavera mexicana.
Además, se ha circulado todo el Cerrito, protegiéndolo así del vandalismo que, no obstante, ha disminuido en el sector, gracias a la recuperación del ornato y la puesta en valor de este sitio.
Nuevamente es seguro llegar a la cima de estos jardines y poder tomarse en cada atardecer un rico atol de elote o comer un chuchito, mientras, recostándose en la verde grama se puede ver el cielo azul de Guatemala, contemplar sus bellos arriates, llenos de flores y follajes, hiedras o manos de león trepando los enormes pinos, aguacatales, matilisguates, jacarandas y de otras especies.
Estos jardines a su vez, y gracias a entidades como la Fundación Teoxché, ofrecen además actividades comunitarias, como recorridos de leyendas, recorridos por los jardines y sus rincones secretos, o bazares y ventas en la plazoleta que colinda con la avenida Juan Chapín. Todo el barrio candelareño llega y vive ahora el Cerrito.
Sin dudas, el espacio que antes fue un campo abierto y que hoy es un bello bosque jardinizado, es además una gema de la ciudad, por su valor como pulmón anti polución y por contener en su espacio, épocas de la historia del urbanismo y la recreación de la ciudad de Guatemala.
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