El cómico guatemalteco Rafael Hernández “Velorio” falleció este jueves en la ciudad capital a los 84 años, luego de atravesar quebrantos de salud.

La familia de “Velorio” fue quien confirmó la noticia a través de las redes sociales.

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El famoso comediante, conocido por su peculiar forma de contar esas pequeñas historias en forma de chiste para divertir a las personas, padecía problemas de salud.

“La comedia guatemalteca está de luto. Gracias tío Lolo por tantas risas y Gracias por haber llevado el nombre de nuestra Guatemala a muchos lugares del mundo. Descansa ahora que los que nos quedamos, lo haremos con un buen recuerdo y seguiremos riendo con tus chistes”, escribió Jeniffer Hernández, sobrina del cómico.

Las memorias de Rafael Hernández “Velorio”

Rafael Antonio Hernández nació en la ciudad de Guatemala el 9 de octubre de 1939, como el mismo decía “en la calle de Candelaria”.

Antes de convertirse en comediante vendió dulces en la calle, fue lustrador de zapatos y siempre intentó salir adelante buscando algún oficio.

“Cuando era niño, me llevaron a vivir a Zacapa. Cuando escuchábamos el silbato del tren salíamos corriendo a la estación a decirle adiós a la gente que iba en el tren. No había televisión, no había radio ni nada. Esa era la diversión de los niños de aquella época”, dijo Rafael Hernández “Velorio” en una entrevista al canal de la Universidad de San Carlos, en 2015.

Todo esto lo vivió antes de regresar a la zona 1 de la ciudad capital, para radicarse en el barrio Gerona.

En la entrevista, también recordó la época en que no tenía zapatos para ir a estudiar a la escuela y que tampoco tenía los útiles necesarios para asistir a clases.

“Mi mamá no tenía para comprarme. Entonces le dije que ya no iba a ir a la escuela porque no tenía zapatos, lápices y cuadernos”, dijo.

A partir de ahí varios de sus amigos lo ayudaron para comprar una caja de lustre para comenzar a trabajar.

“Lustré zapatos en todo el centro histórico. Todos los parques y barrios. Ahí andaba yo de patojito con mi cajita. Cuando ya no había trabajo de lustrador, me iba al Imparcial, un periódico de la época. Compraba 40 imparciales que los daban a 3 centavos y vendía a 5 centavos cada uno. Los compraba a las 2 de la tarde y a las 5 ya no tenía yo ni un periódico y ya me había ganado 80 centavos”, comentó.

“A las 5 de la tarde me iba a comprar a un estanquillo una cajita de chicles que valía 35 centavos y yo daba cada chicle a 5. Me daba la 1 de la mañana vendiendo chicles en los bares y en los cines. Me ganaba 60 centavos y de lustre ya me había ganado un dineral. Un maestro en ese entonces ganaba Q15 al mes y yo ganaba Q3 diarios”.

Velorio y su entrada al mundo de las artes

Después de muchos años de recorrer las calles y los barrios. Escuchaba las malas palabras desde que tenía 7 años porque se insultaban los muchachos grandes en el barrio.

“De niño escuchaba los chistes en los velorios. Eran velorios muy humanos. Eran bellísimos”, afirmó.

Los primeros chistes que contó eran en la escuela. Los maestros lo sacaban de las clases y lo regañaban por contar esos chistes malcriados. “Andate a tu casa mejor”, decían los maestros.

Recordaba en esa entrevista, que en la escuela los maestros le decían que buscara el arte, por lo que él comenzó leyendo poesía.

“Yo daba recitales de poesía. Me lo aprendía en la noche, lo leía unas diez o quince veces y ya me lo sabía de memoria”.

Artista gracias a su hermano

Gracias a su hermano Jorge ingresó al mundo del teatro infantil en el Conservatorio Nacional. Valía 5 centavos la entrada. Además, trabajó en radio y en teatro.

Su facilidad para imitar voces y su tono vocal, hicieron que su debut en teatro fuera un éxito.

“Imité a Miguel Idígoras Fuentes enfrente de él. Me mandó a llamar y me dijo que saliera otra vez y que lo imitara. La gente se carcajeaba y él estaba colorado, colorado. Me llamaba Rafael Hernández, cómico imitador de voces. Era mi nombre artístico”, aseguraba.

Una vez estando en Estados Unidos se le ocurrió venir a Guatemala a hacer una remembranza de los velorios. Al llegar al país, después de haber hablado con su hermano, acudió a un velorio.

Llevaba con él una grabadora con la que pudo grabar a las rezadoras del velorio. Después grabó cantando las salves.

Con esas grabaciones se fueron junto a su hermano a la radio Mundial. Llevaron, además, otros actores para ayudar a ambientar el velorio que querían transmitir al público.

“Yo contaba los chistes sobre el audio que habíamos ido a grabar. Fue un impacto porque nadie se esperaba que alguien hiciera eso de grabar un velorio”, dijo.

“Después grabé el disco que decía “Velorio Chapín”, fue en 1973. Fue una emoción muy grande para mí”, comentaba.

“El día que yo ya no esté en este mundo, que la gente me recuerde por los chistes”

Entre las últimas palabras que Rafael Hernández expresó en dicha entrevista, expresó su deseo de ser recordado con los chistes.

“El día que yo ya no esté en este mundo, que ya no esté en esta Guatemala que tanto amo. Que la gente me recuerde por los chistes. Cuando cuenten un chiste que digan ¿Vos te acordás de Velorio?, eso será como que yo esté ahí presente. Me gustaría ver que esto no pare, que siga. Si me toca llegar a cielo, le voy a preguntar a San Pedro si se pueden contar chistes ahí”, concluyó.