La belleza del lago de Atitlán es irrefutable. Lo dijo Von Humboldt y Huxley, y al igual que ellos, miles de propios y extraños que han tenido la dicha de contemplar el azul de sus aguas y lo imponente de sus volcanes que se alzan a la orilla. Justo donde el sol se esconde, brilla uno de los pueblos más pintorescos de Atitlán.

Y es que San Juan La Laguna brilla con luz propia. Casa de grandes artistas y artesanos, San Juan La Laguna es la cuna de la innovación y casi una utopía que se desea replicable en muchos lugares de Guatemala.

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No hay basura en sus calles, y no porque se limpie mucho, sino porque no se ensucia. El nivel de vida de sus habitantes parece superior a la de sus vecinos, y es que viven en un pueblo lindo, lleno de arte y quietud. Sus calles decoradas con murales elaborados por los artistas locales dan una muestra de lo mucho que se valora lo propio en este lugar.

Hacer las cosas diferentes nos llevan a resultados diferentes

En la época de los antiguos mayas se utilizaban muchos elementos naturales para obtener tintes que van más allá de los colores del arcoíris con los cuales sus obras se llenaban de vida, principalmente sus tejidos. Con la aparición de los tintes artificiales a finales del siglo XIX, esas prácticas fueron abandonadas para darle paso a la modernidad.

Acá está resurgiendo el pasado y se están sembrando los pilares del futuro. Con el apoyo de algunos creativos altruistas, se guiaron las manos de esas mujeres milenarias, creadoras de grandes obras desde hace generaciones, para regresar a sus raíces y volver a utilizar todos esos tintes naturales que alguna vez fueron parte del proceso creativo en los tejidos que se elaboran hoy. Y es así como el rojo cochinilla, el café de la semilla del aguacate, el azul de la sacatinta, el naranja del ayote y muchos otros colores más surgen de nuevo para teñir los hilos de algodón, cultivados igualmente por manos locales, creando piezas únicas y que hoy son la marca ya de San Juan La Laguna.

En el lugar existen cooperativas para casi todo: turismo, productores de café, pintores, pescadores, tejedoras, comadronas y curanderas, ebanistas y zapateros. Trabajar en conjunto trae muchas ventajas, disminuye la competencia entre los productores, mantiene un nivel de precios equitativo y justo, y de igual manera, brinda igualdad de oportunidades para todo aquel que desee involucrarse en alguna de dichas actividades.

En San Juan La Laguna se come bien

Hay buenas ofertas gastronómicas tanto locales como extranjeras, desde un típico Pepián hasta una tabla de quesos suizos; se bebe un excelente café proveniente de las laderas del Volcán San Pedro y se puede degustar de una deliciosa taza de chocolate de la boca costa.

Para los amantes de la aventura y el deporte, de San Juan se pueden emprender caminatas a cumbres lejanas y legendarias, como subir sobre la llamada colina del Rostro Maya, guardián del pueblo de cuya cima se tienen vistas asombrosas del lago.

El arte es uno de los puntos fuertes del pueblo desde hace varias décadas, ya que la cartera de artistas visuales de San Juan ha ido en aumento, y la pintura es uno de sus máximos exponentes, con grandes artistas de renombre a nivel internacional, quienes encuentran inspiración en la cotidianidad del pueblo, representando en sus lienzos la vida misma del pueblo tzutujil.

A través de la oficina local de turismo (www.sanjuanlalaguna.org) se pueden organizar numerosos tipos de actividades que van desde la observación de aves hasta proyectos de reforestación. Dicha oficina cuenta con una red de guías comunitarios debidamente registrados ante las autoridades pertinentes, quienes con su profesionalismo y conocimiento harán de su visita una experiencia más completa y plena.

Al pueblo se puede acceder por lancha o por carretera. Ubicado a tan solo 10 minutos en moto taxi de su vecino mayor San Pedro, las opciones de alojamiento son numerosas y variadas. Quien visita San Juan La Laguna hecha una vista al pasado, aprende, contribuye y cambia.

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