Las restricciones de movimiento impuestas contra la expansión del COVID-19 han alterado las rutas aéreas, pero no las marítimas, del narcotráfico en Centroamérica; una región donde, advierte la ONU, el tráfico de drogas sigue provocando “corrupción, violencia e inestabilidad política y social”.

Así se expresa la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefaciente -JIFE- en su informe anual sobre drogas. En este indica que las incautaciones de droga en 2020 muestran que los narcotraficantes siguen tratando de pasar grandes cantidades de cocaína por mar, desde América del Sur a Europa y EE.UU.

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El informe de la JIFE se refiere, por ejemplo, al uso de buques portacontenedores, como en el que se localizaron cinco toneladas de cocaína en Costa Rica en febrero del año pasado.

La JIFE señala que varios países en Centroamérica también son usados para refinar la cocaína.

El informe recuerda como las maras Salvatrucha y Barrio 18 siguen involucradas en el narcotráfico y la extorsión; tanto en El Salvador, Guatemala y Honduras. Además advierte de que la organización Bagdad “está expandiendo sus actividades criminales” en Panamá.

El narcotráfico sigue afectando en Centroamérica

La JIFE expresa que los índices de consumo de cocaína en América Central y el Caribe son mucho menores que los de Europa, EE.UU. y América del Sur, pero advierte de que le preocupa el uso de anfetaminas y estimulantes farmacéuticos.

Así, la prevalencia anual -el porcentaje de población que probó esa droga- es de alrededor del 0,98 % en América Central y 0,9 % en el Caribe, muy por encima del 0,27 % de América del Sur.

En varios países centroamericanos el uso no médico de estimulantes farmacéuticos, incluidas las pastillas para perder peso, es más frecuentes que el de otras anfetaminas, especialmente entre las mujeres.