Los llaman madres o padres ‘quitanieves’, aunque también podrían denominarse ‘quita dificultades’ o ‘quita problemas’, debido al papel sobreprotector que ejercen en el seno de su núcleo familiar.

Algunos especialistas comparan el rol de estos progenitores con el de esas grandes máquinas que despejan las carreteras de los restos de las nevadas en invierno, para que los vehículos puedan circular por ellas sin problemas ni riesgos.

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Sin embargo, en el caso de las familias, la tarea de eliminar los obstáculos o dificultades que los hijos tienen por delante (siempre que no revistan un peligro real, desde luego) podría ser contraproducente, según los especialistas.

¿Consentir o dañar?

“Prepararle la mochila antes de que vaya a entrenar aunque sea ya un adolescente; evitar que resuelva sus conflictos con un compañero de clase interviniendo inmediatamente; hacer con él o ella sus deberes sin dejar que se equivoque, son ejemplos de la forma de actuar de los progenitores ‘quitanieves’”, según la psicopedagoga Sylvie Pérez.

Recuerda que la expresión progenitores ‘quitanieves’ lo acuñó el profesor David McCullough, utilizándola en su libro ‘Tú no eres especial’, en referencia a aquellos padres que intentan evitar las frustraciones de sus hijos hasta el punto de acabar allanándoles el camino de manera extrema, “algo que tiene consecuencias”.

Para Pérez, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), en Barcelona (España), “los padres o madres ‘quitanieves’ son progenitores que quieren mucho, pero se comportan de forma excesivamente controladora”.

“En el padre sobreprotector hay una necesidad de control permanente, incluso en el colegio o con los amigos. Si algo va mal con su hijo, hay que cambiar al profesor. Cuando no consigue hacer los deberes, es que los deberes son inadecuados. También, si su hijo no juega bien en un partido, significa que el entrenador no vale nada”, ejemplifica.

Para el psicólogo Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC (www.uoc.edu) “el aprendizaje por ensayo y error es imprescindible”.

“No podemos pretender que un niño crezca de forma saludable sin permitirle equivocarse, enfrentarse a retos, dificultades o situaciones que quizá son más dolorosas para los padres que las observan que para el propio niño”, recalca.

Los niños necesitan aprender a valerse por ellos mismos. Foto: Fibre/Unsplash.

Consecuencias de la sobreprotección

A pesar de las buenas intenciones de los padres, evitar a los hijos cualquier posible situación de dificultad o frustración, les infantiliza y frena su desarrollo, ya sea en la gestión de emociones desagradables, en la creatividad o en la capacidad de resolución de problemas, según apunta Soler.

Pérez señala, por su parte, que la sobreprotección de los progenitores ‘quitanieves’ puede afectar negativamente a los hijos en los siguientes aspectos:

Herencia de miedos

Al percibir el entorno como una amenaza se tiende a traspasar los miedos propios a los hijos. “Si tengo miedo de dormir fuera de casa, y hablo de ello como algo amenazante, mi hijo acabará seguramente viéndolo como amenazante y tendrá el miedo de irse de campamento o a casa de un amigo”, comenta la experta.

Inseguridad

Ser un progenitor ‘quitanieves’ fomenta que los hijos se vuelvan inseguros y conduce a que les cueste tomar decisiones cuando sean jóvenes y adultos, ya que sus padres “les han enseñado, inconscientemente, que ellos solos no pueden hacer las cosas y necesitan siempre de alguien”, según sostiene la psicopedagoga.

Dependencia

A los hijos de padres ‘quitanieves’ les costará más afrontar los problemas, ya que al ser dependientes precisan que otra persona les ayude a solucionarlos, señala la profesora de la UOC.

Intolerancia a la frustración

“Los niños tienen derecho a frustrarse. Si evitamos constantemente que hagan las cosas y siempre los ayudamos para que no les salgan mal, no serán autosuficientes. Necesitan equivocarse y frustrase para poder aprender”, recuerda la profesora de la UOC.

A veces les será difícil a los más pequeños aprender a enfrentar los problemas y las frustraciones, pero entre antes lo hagan será mejor, no solo para su autoestima, sino para aprender a afrontar el mundo. Foto: Pexeles

Recomendaciones para padres

Pérez y Soler proponen algunos consejos que pueden ayudar a los padres a combatir la tendencia a sobreproteger a sus hijos:

Primero dar ejemplo

“Lo ideal sería que los padres, primero solucionen un problema cuando sus hijos son pequeños, que luego, cuando crecen, les enseñen cómo pueden solucionar ellos mismos ese problema en particular, y que, a medida que se van haciendo más mayores, les enseñen a pensar en cómo solucionar las dificultades en general”, según la psicopedagoga.

Fomentar la autonomía

“Promover que el niño tenga conciencia de la gestión del tiempo, recordándole las primeras entregas de trabajos, o fechas de exámenes, puede ser beneficioso, pero si esto se hace durante toda su vida académica, ese hijo no aprenderá a gestionarse por sí mismo”, recuerda el profesor Soler.

Desactivar los miedos

También puede ser lícito que los padres verbalicen algunos de sus propios miedos ante sus hijos, siempre que también les trasladen las formas de gestionarlos y combatirlos. “Pueden decir que les da miedo la noche, pero acompañándolo de lo que se puede hacer para combatirlo: encender una luz, poner música, ser consciente de que alguien está al lado…”, explica Pérez.

Enseñar a gestionar problemas

Pérez recomienda a los padres que no trasladen a sus hijos solamente los problemas, como por ejemplo su temor a que saquen una mala nota o suspendan un examen en sus estudios, sino que también discutan con sus hijos las herramientas para poder gestionar esos problemas, analizando que se puede hacer para evitar que sucedan o que se podría hacer si se produjeran.

Darse tiempo para descansar como padres

La sobreprotección genera cansancio y desgaste en los padres, por lo que Pérez les recomienda que se den un respiro o descanso en su agotador intento de controlarlo todo.

Los padres tenemos que aceptar que nuestros hijos “son de ellos mismos y no nuestros”, por lo que necesitamos darnos la oportunidad de reducir ese control absoluto y “ver que pasa”, según reflexiona.

Por ejemplo, “descansar como padres significa dejar de hacerse cargo de todos los aspectos de los estudios de los hijos, por considerar que sus formas de estudiar, organizar su carpeta, tomar apuntes o prepararse para los exámenes no darán un buen resultado,  y ‘ver que pasa’. Así, quizá descubran que los métodos de estudio de sus hijos sí que funcionan”, concluye.