La Estrella de Belén es ese personaje mudo en la Navidad que aparece para iluminar a los protagonistas del Nacimiento de Jesús: la Virgen María, José, los Reyes Magos ofreciendo sus presentes y algún pastorcillo perplejo ante la inaudita escena.

Pero sin ese fenómeno celeste sobre el pesebre en plena noche, los rostros de estos seres hubieran permanecido ocultos y sombríos, y, sin embargo, todavía ignoramos de dónde llegó y quién era ese ser sobrenatural que carecía de nombre y vino a colgarse del cielo con un mensaje universal.

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A través de los Reyes Magos conocemos la Estrella de Belén, siempre presente en la iconografía del nacimiento de Jesús de Nazaret. Hasta tal punto es imprescindible este astro brillante en la celebración de la Navidad que, la mayor parte de los creyentes que celebran estas fechas, considera imprescindible en el entorno navideño una estrella diseñada con 5 puntas o más, y que arrastra tras de ella una estela luminosa que se extiende tras su paso.

Pero lo que realmente representa, aunque sea temerario asegurarlo, es que esa estrella que nos han dejado por legado en nuestra imaginación es un cometa, como así lo han reflejado los grandes pintores al evocar el Nacimiento de Jesús y la Epifanía de los Reyes Magos.

Y, en ese contexto, se cree que un cometa fue la estrella de Belén, aunque los cientos de hipótesis que han elaborado la historia y la ciencia no han demostrado todavía su naturaleza.

Las primeras referencias a la Estrella de Belén

Una mujer se santigua junto a la estrella que marca el lugar en el que nació Jesucristo, según la tradición cristiana en la gruta de la iglesia de la Natividad en Belén (Palestina). (Foto: Jim Hollander)

Fue entre los años 352-366, que se empezó a imponer como fecha de celebración de la Navidad la noche del día 24 al 25 de diciembre, periodo durante el cual distintas culturas del mundo entonces conocido y desde tiempos inmemoriales, celebraban una fiesta pagana en conmemoración del solsticio del invierno, cuando los días más oscuros progresivamente comienzan a ser más largos, la temperatura es más templada en pocas semanas, y el campo se prepara para dar sus frutos.

La Iglesia, en lugar de reprimir las fiestas paganas, decidió absorberlas y reconvertirlas y, a partir del año 380, la Navidad comenzó a celebrarse en esas mismas fechas, aunque los datos que aparecen en el Evangelio de San Mateo parecen indicar que el nacimiento de Jesús bien pudo haber sido entre los meses de marzo y abril. Además, es el mismo evangelista quien ofrece las primeras referencias a la Estrella de Belén.

En el caso de los Reyes Magos, las únicas citas que podemos extraer de la Biblia también están reflejadas en el mismo Evangelio de San Mateo (2. 1-3): “Cuando Jesús nació en Belén de Judea, en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarle”.

Los Reyes Magos, conocedores del lenguaje del cielo

Miembros de la Policía Nacional escenifican la llegada de los “Reyes Magos”, en Lima (Perú). Como todos los años, los integrantes de esa fuerza escenifican la llegada de los “Reyes Magos” quienes visitan al niño Jesús en su pesebre en la ciudad de Belén, fecha conmemorativa de la cristiandad también conocida como la “Fiesta de Epifanía”. (Foto: Paul Vallejos)

El término mago procede del griego, ‘magoi’. Un magoi significa matemático, astrónomo y astrólogo. En aquella época, la Astrología y la Astronomía se encontraban unidas, de manera que los designios humanos podían desentrañarse a través del conocimiento de las estrellas. Si atendemos a este significado del griego y a las citas del Evangelio de Mateo, los historiadores consideran a los Reyes Magos como conocedores del lenguaje del cielo.

El teólogo y abogado cartaginés Tertuliano (160-220) afirmó que los magos debían ser Reyes que procederían de Oriente, opinión que se establecería en los siglos posteriores hasta permanecer en nuestros días.

Conocedores de la Astronomía

Si los Reyes Magos hubieran sido persas, una estrella más o menos no sería motivo para alarmarles, pero siendo babilonios, conocedores de la Astronomía, no solo se alarmarían si vieran un acontecimiento astronómico importante, sino que también se puede deducir que sabrían discernir entre algo común y cotidiano y algo verdaderamente destacable.

El teólogo cristiano Orígenes, nacido en Alejandría, comentó en el siglo III: “… Yo creo que la estrella que apareció en Oriente era de una especie nueva y que no tenía nada en común con las estrellas que vemos en el firmamento o en las órbitas inferiores, sino que, más bien, estaba próxima a la naturaleza de los cometas”.

(…) “He aquí pruebas de mi opinión: se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la Tierra han aparecido astros de este tipo que presagiaban: revoluciones en el Imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar al mundo”.

Cometa, supernova, planeta… o fenómeno sobrenatural

“La adoración de los Reyes Magos”, una de las obras que componen la exposición “Maíno. Un maestro por descubrir” que el Museo del Prado dedicó a uno de los maestros más destacados de la pintura española de la primera mitad del siglo XVII. (Foto: Angel Díaz)

Sobre el origen de este objeto celeste luminoso se han apuntado teorías que señalaban al cometa Halley, pero hoy en día se ha podido comprobar que este cometa hizo su aparición por el año 12 a. C., y, además, existe la certeza que, pese a ser un objeto brillante, no hubiera superado en intensidad al resto de las estrellas. Aun así, no se descarta la aparición de algún otro cometa, a los que hacen referencia las antiguas crónicas de astronomía china, de las que se sirvieron los científicos a lo largo de la Historia para realizar sus comprobaciones.

Supernova

El astrónomo alemán Johannes Kepler observó en 1604 una supernova que le asombró y sugirió que podría ser similar a la que se vio cuando el nacimiento de Jesús. Pero, una supernova o explosión de una estrella en los cielos, se configura como una estrella muy masiva que aumenta bruscamente su luminosidad, aunque, debido a la naturaleza misma de este fenómeno y su progresiva desaparición gaseosa en el firmamento parece descartarse definitivamente.

Por su parte, Roger Sinnott apuntaba en 1968 en uno de sus artículos publicados en la revista astronómica americana Sky & Telescope, que aquella Estrella de Belén podría ser una conjunción de Júpiter y Venus, siguiendo la tesis de que un acercamiento de ambos planetas explicaría esa intensidad de luz que se observó entonces.

Pero, en contra de esta teoría, hay que tener en cuenta que estos objetos astronómicos han sido observados con cierta exhaustividad desde tiempos inmemoriales y el retorno de ambos para ofrecer una conjunción desde sus respectivas órbitas mantiene una periodicidad calculada.

Planeta Venus

Sin embargo, en las culturas centroamericanas se adoraba al planeta Venus, el objeto planetario más brillante que se puede ver en el firmamento desde la Tierra durante unos determinados meses al año, es decir, cuando sale antes del amanecer (‘Estella Matutina’) y cuando se pone después del Sol al atardecer (Estella Vespertina), y se posiciona una máxima distancia de 48 º del Sol en la eclíptica.

Durante este periodo se consideraba este planeta como la metamorfosis del dios Quetzalcóalt, por lo que, cada vez que reaparecía en todo su esplendor, se celebraban grandes ceremonias en el famoso templo azteca de Tenochtitlán, situada en la antigua capital del Imperio azteca, del mismo nombre y, actualmente, la Ciudad de México.

A pesar de todas las hipótesis elaboradas por historiadores, astrólogos y astrónomos a partir del conocimiento de la existencia de un cuerpo celeste luminoso que guio a los Reyes Magos en su recorrido hasta el pesebre, donde nació Jesús, nadie puede afirmar que fue un mito, un objeto estelar o, quizás, un fenómeno sobrenatural.