Decía el poema inspiración de Alberto Flores Rodríguez: “Rumor de pasos pausados, Notas Graves de atabales y el silencio roto por las voces de clarines, funerales solemnes por el triunfador de la muerte…”
Así se esperaba vivir la cuaresma y Semana Santa de este 2020, como tradicionalmente se realiza en Guatemala. Con sus calles llenas de alfombras y cucuruchos que portan sobre sus hombros los muebles procesionales donde se representa un mensaje bíblico que acompaña a la imagen de la devoción propia de cada quien.
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Pero esta vez no, el coronavirus hizo lo que muchos no han podido hacer, suspender una de las manifestaciones de fe más importante del país. Por primera vez en la historia de Guatemala, las procesiones han tenido que dejar de salir. Las imágenes han tenido que quedarse guardadas en su camerín pues el riesgo de contagio es muy fuerte.
Fue el año 1902 cuando el entonces presidente de Guatemala, Manuel Estrada Cabrera, prohibió las procesiones por temor a un atentado en su contra. Pese a esto, los feligreses realizaron tres cortejos: el del Cristo de Candelaria, el de la Merced y el del Señor Sepultado. Después de este acontecimiento nada había frenado la tradición.
Ciudades desoladas en Semana Santa
Hoy no solo el Centro Histórico de la ciudad luce desolado. También las calles empedradas de la Antigua Guatemala, la histórica Xelajú que esperaba ver a sus sepultados en las calles, o el graderío del Calvario de Cobán iluminado con velas, que hoy solo dejan correr el viento de Viernes Santo.
La luna llena de Nissan luce triste, tal cual lucen sus devotos que acongojados esperan en sus casas que la emergencia pase.
En lugar de una procesión, hoy es una cruz en la ventana de la casa la que recuerda este día en cada hogar. En lugar de una marcha fúnebre, es una oración que se realiza desde un altar. En lugar del caminar por las calles, es el abrazo fraterno entre las familias que unidos esperan, que las procesiones y la Semana Santa vuelva a ser lo que fue, el próximo año.