Libia conmemora ya diez años del estallido de la ira popular contra la dictadura de Muamar al Gadafi que finalizó con su derrocamiento.

Los libios rememoran hoy el inicio de la revolución con la amarga certidumbre de estar viviendo una de las décadas más amargas de su historia.

Lee también: Sonda Perseverance aterrizará hoy en Marte

Ensangrentada por la división política, la guerra civil, el poder de las milicias, el dominio de las mafias y los intereses geoestratégicos de las potencias extranjeras, Libia no vislumbra un panorama positivo.

El 17 de febrero de 2011, a la estela de las protestas ciudadanas que sacudían Túnez, Egipto, Siria o Yemen, miles de libios convocados a través de las redes sociales salieron a las calles en toda Libia, para exigir el fin de los abusos del clan Al Gadafi. Conocido tanto por su estrambótica naturaleza como por su codicia y crueldad.

Sin embargo, pronto perdieron el control de las mismas. A manos de grupos de opositores en el exilio que retornaron a Libia; apoyados desde Londres, París y Washington; cargados de armas. Como el mariscal Jalifa Hafter, ahora uno de los hombres más influyentes del país.

“Las milicias son hoy el principal problema. Falta Policía y Ejército, necesarias para cualquier gobierno. La economía está basada en la guerra y el contrabando. Las armas y el petróleo son los únicos recursos de un país que no produce nada e importa prácticamente todo”, argumentó un analista militar europeo destinado en Trípoli.

Turquía y Rusia, países que no aparecían en los primeros días de la revolución, son diez años después los actores principales de una guerra que ha devenido en un conflicto multinacional.

Ambos gestaron en septiembre el alto el fuego que permitió a la ONU emprender un mes después el actual proceso de paz.