En cada población de Guatemala, el 1 y 2 de noviembre los cementerios son visitados por millares de personas que recuerdan a sus seres queridos, por lo que en esas fechas cada necrópolis se llena de animación y color.
Los seres humanos mantienen vivo el afecto por aquellas personas que anteceden en el paso hacia lo desconocido. Desde los tiempos más remotos se ha conservado con esmero los cuerpos de los difuntos.
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Los primeros enterramientos que han sido localizados se remontan a 200 mil años, en el continente asiático. Por ello, no es de extrañar que las primeras culturas que ocuparon el territorio guatemalteco protegieran y cuidaran a sus difuntos.
Los antiguos mayas enterraban a los muertos bajo las viviendas por el amor que sentían hacia ellos. Se les conservaba muy cerca de los vivos porque les protegerían de cualquier daño.
Los reyes eran sepultados en las estructuras piramidales de los templos. Por ejemplo, para el gran rey Jasaw Chan K’awil se construyó el templo del Gran Jaguar, en Tikal.
Con la llegada de los españoles, se cambió el sistema de sepultura, pues los europeos contaban con espacios destinados para los muertos: los cementerios. Sin embargo, estos consideraban que debían estar en espacios sagrados, por lo que se habilitaron terrenos denominados camposantos, adyacentes a las iglesias. De esa cuenta, detrás o al lado de cada iglesia se encontraba un cementerio.
En los templos más importantes se construía un subterráneo, donde se alojaban los restos de personajes de las élites de la época. Por ello, las catedrales tenían espacios para gobernadores, obispos y altos funcionarios.
Celebración del recuerdo
Los conventos también tenían esos espacios. Sin embargo, después de la Independencia, los gobiernos consideraron riesgoso para la salud que los cadáveres estuvieran en el centro de las poblaciones. Ordenaron entonces la creación de cementerios fuera de los poblados.
Como muchas localidades contaban con templos denominados calvarios, y la gente seguía siendo católica, los cementerios se adecuaron junto a estos templos, ubicados por lo general en espacios elevados. A finales del siglo XIX los cementerios fueron engalanados con mausoleos y panteones que constituían verdaderas obras de arte, aunque cumplían las mismas funciones que las tumbas sencillas: alojar los restos de un ser amado.
La habilitación de cementerios permitió a los habitantes celebrar actividades en su recuerdo, especialmente consumir alimentos en compañía simbólica de los fallecidos, estas eran conocidas como cabeceras, puesto que se ponían sobre el espacio donde estaba la cabeza del difunto. Esto dio origen, en la región central, al fiambre. Mientras que, la llegada de pobladores chinos permitió la introducción del papel de china y las cometas que, al confeccionarse sobre las tumbas adquirió un sentido religioso, pues al volar se podría establecer comunicación con los difuntos en el cielo, así surgieron los barriletes.
En la misma época se introdujo el telégrafo, por lo que, en la cola del barrilete se colocaba un mensaje de cariño al difunto, denominado telegrama. Si el papelito llegaba a la parte superior, se suponía que el ser amado leía el mensaje.
Así, es como los cementerios han sido escenario de las más emotivas manifestaciones de cariño de los guatemaltecos desde siempre. [Redacción: Dr. Aníbal Chajón Flores, USAC-CECEG]