Las marchas fúnebres son expresiones de religiosidad popular y tienen como fuente distintos elementos constitutivos que conforman y estructuran estas manifestaciones de fe.

Así lo indica Luis Gerardo Ramírez, en su libro Días de Muerte y Gloria, dedicado a la composición de la música sacra en el país.

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En el marco de la declaratoria de la Semana Santa en Guatemala como Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad, vale la pena recordar este legado.

Asimismo, en el Día del Patrimonio Cultural de Guatemala se hace mención de esta riqueza musical.

Huellas en el pentagrama para las marchas fúnebres

Grandes compositores, civiles, militares y religiosos, han dejado su huella en el pentagrama de la Semana Santa guatemalteca. Entre ellos figuran Julián Paniagua y monseñor Joaquín Santamaría y Vigil.

Además, Mónico de León y Julia Quiñónez, entre otros tantos talentos musicales del país.

De acuerdo con Miguel Álvarez Arévalo, cronista de la ciudad, la música sacra de la Cuaresma y Semana Santa tiene su origen en el siglo XVI.

Esta parte de un prototipo de marchas fúnebres italianas, que evolucionó hasta llegarse a escuchar como hoy en día.

Pequeña muestra

  • La Fosa, de Santiago Coronado, es una de las primeras marchas fúnebres de la nueva era documentada y es de 1888. La pieza es producto de un sueño que tuvo Coronado. En este, Jesús de la Merced emergía de una fosa. Y así nombró el autor a su pieza musical.
  • Señor Pequé, de monseñor Joaquín Santamaría y Vigil, data de 1927. Es una pieza magistral que demuestra petición de piedad y muestra de arrepentimiento. Está dedicada a Jesús de la Merced.
  • Una de las autoras más reconocidas en el ámbito procesional es Julia Quiñónez, autora de la marcha Mater Dolorosa. Fue compuesta en la década de 1950 y es la marcha oficial de la procesión de Jesús de los Milagros, del templo de San José.
  • Jesús del Consuelo, del español fray Miguel Murcia Muñoz, está dedicada a la imagen del Nazareno del mismo nombre. Durante muchos años, fray Miguel fue párroco de La Recolección. Aprovechando sus inmensos dotes musicales, también compuso María la penitente y Sudor de Sangre. Esta última marcha está dedicada al yacente de La Penitencia, que se venera en el templo recoleto.

La lista es interminable, y cada pieza lleva consigo una legado de fe, una anécdota particular y riqueza y tradición oral de Guatemala.

Este legado también forma parte de la Semana Santa de Guatemala como Patrimonio de la Humanidad.

*Tomado de AGN