La Policía Nacional impidió este martes la celebración en las calles de las fiestas patronales en honor a San Jerónimo, que cada año se festeja en la ciudad de Masaya (Pacífico), y que son las más extensas de Nicaragua, ya que se extienden desde septiembre hasta diciembre.

Cientos de agentes policiales, incluyendo miembros de operaciones especiales y antidisturbios, se acantonaron alrededor de la parroquia San Jerónimo, en Masaya, para hacer cumplir con la prohibición de las festividades establecida por la Policía Nacional y divulgada por la Arquidiócesis de Managua el pasado sábado.

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La prohibición policial y las actividades en honor de San Jerónimo se dan en el contexto de nuevas fricciones entre la Iglesia católica y el Gobierno que preside el sandinista Daniel Ortega, quien tiene un historial de confrontaciones con dicha institución religiosa.

La disposición afecta a Masaya, ubicada a 28 kilómetros al suroeste de Managua, un antiguo bastión sandinista que se rebeló contra el Gobierno de Ortega en abril de 2018 en el marco de unas manifestaciones antigubernamentales que estallaron por unas controvertidas reformas a la seguridad social, y que luego se convirtieron en una exigencia de renuncia del mandatario debido a que respondió a la fuerza.

Ambiente tenso y fervor en Nicaragua

A pesar del ambiente tenso creado por la presencia policial que rodeó la parroquia, cientos de feligreses se reunieron en el templo para presenciar la tradicional “bajada del Santo”, que consiste en bajar la imagen de San Jerónimo de su altar y vestirlo, literalmente, de fiesta.

Los católicos, que no pudieron festejar en toda la ciudad, conocida como la “Cuna del Folclore”, mostraron su fervor dentro del templo abarrotado al ritmo de filarmónicas y consignas como ¡Viva San Jerónimo! ¡Viva el doctor que cura sin medicinas! ¡Viva el rey de la montaña! ¡Vivan los sacerdotes!.

Una situación similar se vivió en la víspera, también en la ciudad de Masaya, con la imagen de San Miguel Arcángel, en la parroquia del mismo nombre, que sirvió como refugio para manifestantes heridos durante los ataques policiales de 2018.

Tanto el vicario episcopal de pastoral de la arquidiócesis de Managua, Boanerges Carballo, como el párroco del templo, José Antonio Espinoza, agradecieron a los fieles por “la paciencia, la ilusión y el entusiasmo”.

Clero respetará

Los clérigos también insistieron en que respetarían las órdenes de las autoridades de no sacar de la parroquia la imagen de San Jerónimo, pese a lo cual, cientos de fieles se acercaron al templo conforme pasaron las horas.

En una homilía en la que afirmó que “es fácil hacer la voluntad de Dios cuando todo es bonito”, pero no tanto “cuando todo es oscuro”, Carballo insistió en que solamente pueden considerarse hermanos en la fe “los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.

El vicario aseguró que el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de la Arquidiócesis de Managua, pidió a los católicos de Masaya que, ante la imposibilidad de sacar del templo a San Jerónimo, cada uno “se convierta en un altar peregrino (…) para que nos sintamos hermanos en la alegría y en el dolor”.

Actualmente al menos ocho clérigos han sido encarcelados este año en Nicaragua, entre ellos el obispo de la diócesis de Matagalpa y administrador apostólico de la diócesis de Estelí, Rolando Álvarez.

Este año la Iglesia católica también ha sufrido en Nicaragua el cierre de al menos nueve emisoras radiales y tres de televisión, la expulsión del país al nuncio apostólico Waldemar Stanislaw Sommertag, así como la de 18 monjas de la orden Misioneras de la Caridad, fundada por la Madre Teresa de Calcuta.

Además, el impedimento de misas y otras actividades religiosas en el departamento (provincia) de Matagalpa.

Las relaciones entre los sandinistas y la Iglesia católica de Nicaragua han estado marcadas por roces y desconfianzas en los últimos 43 años.

La comunidad católica representa un 58,5 % de los 6,6 millones de habitantes de Nicaragua, según el último censo nacional.