La Fiscalía solicita una pena de dos años y medio de prisión para el expresidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) Luis Rubiales. Lo acusan de agresión sexual y coacciones en la causa sobre el beso no consentido que dio a la jugadora Jenni Hermoso. Esto ocurrió tras la final del Mundial en Sídney, el pasado 20 de agosto.

El ministerio público remitió a la Audiencia Nacional su escrito de conclusiones provisionales. En el mismo pide una condena de un año y medio de prisión por un delito de coacciones para el extécnico de la selección femenina, Jorge Vilda. Además, el responsable de márketing de la RFEF, Rubén Rivera, y el director deportivo de la selección masculina, Albert Luque.

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Además de la pena de prisión, la fiscal pide para Rubiales inhabilitación para trabajar en el ámbito deportivo durante el tiempo de condena. Pide dos años de libertad vigilada y la prohibición de comunicarse con la jugadora. También que le impida acercarse a ella a menos de 200 metros durante cuatro años.

Quiere asimismo que indemnice a la internacional con 50 mil euros; la misma cantidad que reclama a los otros tres acusados, aunque en su caso, de manera conjunta y solidaria.

Esta causa, que ha instruido un juez de la Audiencia Nacional, discurre al margen de la investigación sobre diversos contratos en la RFEF, como el del traslado de la Supercopa a Arabia Saudi, en el que también está investigado Rubiales en un juzgado de Majadahonda, Madrid.

El beso de Rubiales fue una actuación “sorpresiva y sin consentimiento”

El escrito de acusación de la teniente fiscal de la Audiencia, Marta Durántez, describe la conducta de Rubiales. La califica de “sorpresiva y sin consentimiento ni aceptación” de Jenni Hermoso. Esto cuando, durante la entrega de medallas del Mundial, la “sujetó la cabeza” con ambas manos y le “propinó un beso en los labios”.

Una actuación que desencadenó una oleada de protestas y que, al margen del ámbito penal, acabó con la inhabilitación de Rubiales por parte de la FIFA durante tres años.

Sucedió el pasado 20 de agosto, en el Estadio Australia de Sídney, tras la victoria de la selección femenina del Mundial, cuando Jenni Hermoso, que acababa de recibir su medalla en la ceremonia de entrega de premios, recibía el saludo protocolario y la felicitación del entonces presidente de la Federación, momento en el que la besó en los labios sin su consentimiento, subraya la Fiscalía.

Hostigamiento a Jenni Hermoso

La Fiscalía también acusa a Rubiales de presionar de manera “constante” y reiterada a la futbolista y a su entorno. Esto para que “justificara y aprobara” el beso que le dio “contra su voluntad” ante “las consecuencias personales y profesionales” a las que éste podría enfrentarse.

Una “situación de hostigamiento” de la que también responsabiliza a los otros tres acusados, “personas de confianza” de Rubiales. Ellos que accedieron a sus cargos “bajo su mandato”. Y, cuya “privilegiada situación en la RFEF” dependía de la “suerte” que éste corriera.

Según la fiscal, las presiones comenzaron en la salida de los vestuarios, todavía en plena celebración. Todo cuando Rubiales “instó” a Jenni Hermoso a declarar públicamente que el beso era consentido.

Continuaron en el autobús, de donde “se le obligó a bajar” para que suscribiera un comunicado redactado por la RFEF “por orden” de Rubiales, cuyo “contenido no compartía” y que fue remitido a los medios y también en el vuelo a España, donde el expresidente federativo volvió pedir que hiciese una declaración conjunta con él, a lo que ella volvió a negarse.

Presiones a los familiares

La Fiscalía sostiene que la “negativa reiterada” de Jenni Hermoso llevó a Rubiales y a su “equipo de confianza” a utilizar “otra vía”. Intentaron presionar supuestamente a sus familiares.

El escrito recoge que Jorge Vilda intentó que el hermano de la jugadora la convenciera ante la advertencia de que, si no hacía la declaración pública, habría “consecuencias negativas para ella”.

Días más tarde, en el viaje a Ibiza de varias jugadoras, la Fiscalía sostiene que Rubén Rivera acudió a la isla. En el lugar le insistió a Jenni Hermoso en que hablase con el responsable de integridad de la RFEF, órgano que había abierto un expediente en el que “se pretendía, por orden” de Rubiales, “su exculpación”.

Pese a que la internacional se negó y pidió “que la dejaran en paz”, la fiscal acusa a Rivera de seguir insistiendo e intentar presionar también a una amiga que la acompañaba para que Jenni Hermoso hablase con el cuarto acusado: Albert Luque.