Afable, moderado y reservado, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost se convirtió este jueves en el nuevo papa, adoptando el nombre de León XIV. Francisco lo había designado como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina.
Este misionero agustino, con nacionalidad peruana, fue un estrecho colaborador del papa Francisco. Ingresó discretamente a la lista de posibles elegidos, como una figura externa frente a otros nombres conocidos.
Su talante moderado le permite tender puentes entre las corrientes conservadoras y reformistas de la Iglesia. Además, su amplio conocimiento de América le otorgó respaldo de cardenales tanto del norte como del sur del continente, incluyendo críticos del papa Francisco.

De misionero en Perú a líder de la Iglesia católica
Prevost nació en 1955 en Chicago. Inició su carrera eclesiástica en el noviciado agustino de Saint Louis, donde asumió sus votos en 1981. Estudió Teología y Derecho Canónico en Roma. Fue ordenado sacerdote en 1982, y al año siguiente fue enviado a Perú, comenzando su trabajo misionero en Chulucanas, Piura.
Su trayectoria pastoral en Perú continuó en Trujillo desde 1988, donde promovió vocaciones agustinas en varias regiones y asumió diversos roles durante una década. También tuvo experiencia docente en Estados Unidos y sirvió como prior general del Capítulo Agustino de Chicago.
En 2014, el papa Francisco lo nombró administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo. Un año después, asumió como obispo de la misma diócesis. Desde 2018 fue vicepresidente segundo de la Conferencia Episcopal de Perú, participando en la gestión de crisis como la del grupo Sodalicio de Vida Cristiana.
En 2023, Francisco lo llamó a Roma para nombrarlo cardenal y prefecto del Dicasterio para los Obispos, un cargo que supervisa los nombramientos episcopales en todo el mundo. Allí también enfrentó tensiones con sectores conservadores, como la destitución del obispo Joseph Strickland.
Francisco le confió la presidencia de la Pontificia Comisión para América Latina, reconociendo su cercanía con las comunidades del continente. Con cerca de 637 millones de católicos, América representa la mitad de los fieles de la Iglesia.
A sus 69 años, Prevost se convierte en el primer papa estadounidense, elegido desde el corazón de una de las potencias globales. Aunque prudente, ha defendido una visión de la Iglesia con un clero cercano al pueblo, rechazando el enfoque de líderes como simples gestores.
En cuanto a los abusos dentro de la Iglesia, ha sostenido que la institución tiene la obligación de ser transparente y de acompañar a las víctimas. Su elección como nuevo papa inaugura un pontificado con profundas conexiones americanas y una mirada pastoral arraigada en la misión y la justicia.