Toda América Latina celebra la Semana Santa con un mismo denominador común: conmemorar la pasión, la muerte y resurrección de Jesucristo.

Pero cada país aporta particularidades tan propias y diversas como lo son sus tradiciones, donde convergen elementos prehispánicos, coloniales y contemporáneos, dando lugar a unas celebraciones tan originales y emotivas que son ya otro de sus reclamos turísticos.

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México

México es, después de Brasil, el segundo país con más número de católicos del mundo, el 77% de su población está bautizada y aunque este porcentaje pueda estar actualmente bajando, lo cierto es que la gente se lanza a las calles desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, para seguir sus procesiones y viacrucis e incluso participar activamente en las representaciones religiosas.

Los habitantes de las ciudades de Taxco y de San Luis Potosí celebran sus tradicionales Procesiones del Silencio del Viernes Santo con la austeridad y recogimiento que exige el momento que representa la muerte de Jesucristo.

Por la gran cantidad de público que congrega destaca la Pasión y Crucifixión de Cristo que representan actores aficionados en el barrio de Iztapalapa, al este de Ciudad de México. Se calcula que a Iztapalapa acuden cada año (exceptuando los dos de la pandemia) más de cuatro millones de peregrinos, por lo que se ha convertido en la mayor atracción turística de México en Semana Santa.

Colombia

En la ciudad de Popayán, suroeste del país, existe gran tradición en la celebración de la Semana Santa en las que desfilan numerosas tallas en madera policromada de origen español, italiano o quiteño.

La tradición de sus procesiones se remonta a mediados del siglo XVI y desde entonces el derecho a un barrote y la participación en la procesión como carguero (costalero, en España) es todo un privilegio para el devoto que se hereda de padres a hijos.

El Salvador

De entre todos los lugares donde se celebran procesiones de Semana Santa en El Salvador, destaca Sonsonate, en la zona occidental del país donde existen pequeños núcleos de indígenas que conservan sus tradiciones. Allí se celebra la Procesión del Santo Entierro del Viernes Santo que dura hasta el sábado por la mañana con sus características alfombras en el suelo por donde pasa la procesión, verdaderas obras de artesanía autóctona confeccionadas a base de serrín de madera, cenizas, yeso y arena teñidos.

Guatemala

La Semana Santa es la celebración cultural más grande del país. Uno de sus elementos más reconocibles son las alfombras de serrín, flores o frutos, que son un ejemplo más de esa unión de católico con lo autóctono. Sabemos por las crónicas que los sacerdotes indígenas caminaban sobre alfombras de flores y de plumas de aves en algunas de sus ceremonias. Cada cortejo procesional va acompañado de una banda musical que ejecuta marchas solemnes, bandas que se han convertido en todo un símbolo de la Semana Santa guatemalteca.

La Procesión hacia la iglesia de la Merced en Antigua Guatemala, 42 kilómetros al este de la capital guatemalteca, forma parte de la conmemoración del Domingo de Ramos e inicio de la Semana Santa, una de las más representativas del país por la devoción de sus cientos de feligreses.

Ecuador

La procesión del Cristo del Consuelo en Guayaquil (Ecuador), una de las más multitudinarias de Ecuador y de Latinoamérica, al igual que la conocida como ‘arrastre de caudas’, un tradicional rito católico del miércoles Santo en la catedral de Quito que marca la Semana Santa de la capital ecuatoriana.

Un cortejo formado por el obispo y los canónigos se dirigen hacia el altar vestidos con unas capas largas negras (las ‘caudas’ que simbolizan la crucifixión y resurrección de Jesucristo), donde se tumban en el suelo bocabajo.

Allí el obispo toma una bandera negra con una cruz roja que agita varias veces sobre el altar, sobre el público y sobre los canónigos, en un acto muy singular donde la bandera simboliza el reinado de Cristo, enlutado por la pasión y enrojecido por la sangre.

Brasil

Cada madrugada del Jueves Santo miles de fieles participan en la tradicional Procesión del Fogaréu, en la ciudad de Goias, una de las más importantes de la Semana Santa de Brasil en la que se revive el momento del apresamiento de Jesucristo.

Un grupo de 40 hombres cubiertos de capuchas blancas, andan por la ciudad con antorchas encendidas para recordar como los soldados que enviados por Caifás salieron para arrestar a Jesús, tras ser traicionado por uno de sus discípulos, y llevado ante las autoridades romanas.

Una tradición que se remonta a 1745 por un párroco español, una tradición que ha pasado de generación en generación.