Explotar plástico de burbujas, girar un bolígrafo entre los dedos, jugar con un mechón de pelo o hacer garabatos mientras hablas por teléfono. Son gestos automáticos que muchas personas repiten casi sin darse cuenta. Pero más allá de la costumbre o el entretenimiento, estas acciones podrían cumplir una función muy concreta.
Aunque a menudo se asocian a la distracción o la inquietud, estos movimientos —conocidos como fidgeting— son una forma inconsciente de darle al cerebro lo que necesita. Un estímulo sensorial repetitivo que ayuda a regularse, mejorar la concentración o reducir la ansiedad. Así lo explica la divulgadora científica Teresa Arnandis, doctora en Biomedicina (@ladyscience), en un post de Instagram. En él describe el mecanismo cerebral que hay detrás de estos gestos cotidianos.
Por qué explotar burbujas alivia y no solo es cosa de niños
Según Arnandis, explotar plástico de burbujas activa mecanismos similares a los de las pelotas antiestrés o los juguetes sensoriales. “La clave está en la combinación de estímulos”, afirma. El sonido seco del estallido, la presión con los dedos y la gratificación inmediata generan una respuesta placentera.
No es casual que incluso se hayan creado experiencias de realidad virtual para replicar esta sensación. Algunas se usan como terapia motora en personas con movilidad reducida. La experta cita un estudio publicado en Scientific Reports en 2024 (Pelosi et al).
Estos estímulos táctiles y auditivos proporcionan alivio emocional. Además, ayudan a regular la ansiedad. Esto puede compararse con el uso de dispositivos sensoriales diseñados para manipularse constantemente.
Efectos positivos del fidgeting en la concentración y el estrés
Varios estudios respaldan los efectos positivos del fidgeting. Una investigación de la Universidad de Auckland y el Instituto Matai demostró que estos movimientos mejoran la actividad cerebral relacionada con la concentración y la toma de decisiones.
El estudio, liderado por Justin Fernández y Samantha Holdsworth, indica que la inquietud —como mover las manos o manipular objetos— incrementa el flujo sanguíneo en la corteza prefrontal del cerebro. Esta zona es clave para la atención ejecutiva. Aunque se enfocaron en personas con TDAH, también vieron beneficios en personas sin ese diagnóstico. Esto sugiere que el fidgeting podría ser útil para todos.
Otro estudio clásico, del psicólogo KM Dillon y publicado en PubMed, analizó si reventar cápsulas de aire selladas —el típico plástico de burbujas— ayudaba a reducir el estrés. Participaron estudiantes universitarios. Después de manipular este material, los participantes se sintieron más calmados, con menos fatiga y mayor energía.
El estudio destacó las ventajas de esta técnica. No requiere entrenamiento, es accesible y no provoca efectos adversos como otros métodos de relajación más estructurados.
Lejos de ser una costumbre infantil o una distracción sin importancia, explotar burbujas, mover bolígrafos o hacer gestos repetitivos puede ser una forma natural de autorregulación cerebral. Como concluye Teresa Arnandis: “Más allá de la diversión, estos juegos cumplen una función real en nuestro estado mental”.