El presidente de EE.UU., Donald Trump, sostuvo este jueves que tiene pruebas de que el coronavirus -COVID-19- se originó en un laboratorio de Wuhan (China).  Contradiciendo así a la Dirección de Inteligencia que horas antes había rechazado un supuesto origen artificial.

Trump generó esta nueva polémica cuando los casos confirmados de COVID-19 en Estados Unidos suman 1 millón 070 mil -30 mil más que ayer- y los fallecidos son 63 mil -2 mil 200 más que el miércoles-.

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“Amplio consenso científico”

Tras conocerse que funcionarios del Gobierno habrían presionado a los servicios de espionaje para que busquen pruebas de que el origen del virus SARS-CoV-2 está en un laboratorio en Wuhan.

Este jueves la oficina del director de Inteligencia Nacional, Richard Grenell, descartó en un comunicado que la mano del hombre esté detrás.

“La comunidad de Inteligencia también coincide con el amplio consenso científico de que el virus del COVID-19 no es ni artificial ni genéticamente modificado”, indicó.

La agencia federal agregó que “la comunidad de Inteligencia continuará examinando rigurosamente la información y los datos que emerjan para determinar si el brote -de coronavirus- comenzó a través del contacto con animales infectados o si fue resultado de un accidente en un laboratorio en Wuhan”, la ciudad china donde se originó la pandemia.

Donald Trump, “El virus, sí se originó en el laboratorio de Wuhan”

Horas después del pronunciamiento, poco habitual en la Dirección de Inteligencia, Trump aseguró desconocer su contenido y dijo tener pruebas -que no reveló- de que el virus, en realidad, sí se originó en el laboratorio de Wuhan.

En concreto, un periodista le preguntó si tenía pruebas que le permitan afirmar con un alto grado de confianza que el nuevo coronavirus se originó en dicho laboratorio.  A lo que Trump contestó: “Sí, las tengo y creo que la Organización Mundial de la Salud -OMS- debería estar avergonzada”.

“Castigar” a China

The Washington Post publicó este jueves que funcionarios de alto rango estadounidenses han comenzado a explorar la posibilidad de imponer un castigo o pedir compensaciones económicas a China por su gestión de la pandemia.

Entre las opciones que se barajan está arrebatar a China de su “inmunidad soberana”.  Para que tanto el Gobierno como las víctimas puedan interponer demandas contra ese país.  Así también se evaluaría cancelar parte de las obligaciones de deuda.

Trump, sin embargo, se inclinó por imponer nuevos aranceles contra China en lugar de dejar de pagar la deuda.

“Podemos hacerlo de otras formas, podemos hacerlo con aranceles, podemos hacerlo de otra formas incluso más allá de eso, sin tener que entrar en ese juego”, sostuvo el mandatario estadounidense.

Pompeo maneja los hilos

Es el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien según The New York Times está liderando los esfuerzos del Ejecutivo para desafiar a China.

Mientras que el viceasesor de Seguridad Nacional, Matthew Pottinger, ha estado presionando a los servicios de Inteligencia desde enero para que reúnan información que sustente la hipótesis del virus generado en un laboratorio.

El artículo también destaca el nombre de Anthony Ruggiero, director de la oficina del Consejo de Seguridad Nacional, encargada del seguimiento de las armas de destrucción masiva.  Quien expresó en enero su frustración durante una videoconferencia sobre la incapacidad de la CIA de hallar el origen del brote.

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Personas conocedoras de esa conversación, citadas por The New York Times, indicaron que los analistas de la CIA respondieron que no tenían pruebas para respaldar ninguna teoría con suficiente confianza.

El miércoles, la cadena de televisión NBC ya informó que la Casa Blanca había ordenado a las agencias de espionaje que “barrieran” todas las comunicaciones interceptadas, datos e imágenes por satélite para averiguar si China y la OMS escondieron al principio información sobre lo que más tarde se convertiría en una pandemia.