Una máscara o careta es una pieza, normalmente adornada, que oculta total o parcialmente la cara. La máscara se ha utilizado desde la antigüedad con propósitos ceremoniales y prácticos.

Se piensa que su uso y fabricación podría haber comenzado desde el mismo momento en que el ser humano tuvo consciencia de sí mismo, de sus emociones, y del papel que juega en su entorno natural y social.

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Inicialmente, las máscaras se hacían con cabezas de animales, piel con pelo y cuero, madera, corteza de frutos secos, fibras vegetales y cerámica, a las que se les podía haber colocado semillas, piedritas, conchas y otros materiales hasta llegar a utilizar materia prima cada vez más accesible y moderna.

El uso de máscaras es una práctica humana muy antigua en todo el mundo, especialmente para esconder la identidad, para mostrar o modificar las emociones, para destacar similitudes (naturales y sobrenaturales) con los animales y/o representar seres mitológicos derivados de su entorno natural. Todas las culturas del mundo tienen máscaras, las cuales tienen diferentes usos (incluyendo rituales o ceremoniales) de acuerdo a sus costumbres y creencias. Aunque algunas se usan sobre la cara, otras no se usan, sino que se cuelgan a manera de protección o simplemente como ornamentación.

Las máscaras se han clasificado en por lo menos 4 grandes grupos:

  1. De representación (animales y otros seres)
  2. Rituales y de transformación (usados en ceremonias especiales relacionadas con las deidades)
  3. De personificación o de teatro (esconden o resaltan las emociones)
  4. Funcionales (máscaras de protección, máscaras para tratamientos curativos, etc.)

En una máscara, lo visible de un rostro se reduce a elementos básicos cargados de simbolismos que representan las creencias, prácticas y actividades de una cultura.

La Máscara Prehispánica

En Mesoamérica (la región que abarca México, Guatemala, Belice, parte de Honduras y El Salvador) la máscara tiene una larga trayectoria. A diferencia de cómo ocurre en Europa, la máscara no la usaban para esconder la identidad, sino para transformarse en el ser representado.  Desde la época prehispánica, la máscara era un elemento importante en los rituales y en las batallas, durante las cuales los guerreros vestían máscaras y trajes que los “ataviaban” del poder natural y sobrenatural de animales conocidos por sus habilidades predadoras o de cacería, como el jaguar, el puma y las aves rapaces.

De esta cuenta, es posible ver gran cantidad de personajes llevando máscaras de aves o de felinos (especialmente el jaguar) en vasijas pintadas. Generalmente, las máscaras se combinaban con trajes completos de plumas o pieles, para asegurar que su transformación también incluía las habilidades de caza y adaptación del animal en el campo de batalla.

Al igual que los olmecas, los mayas fueron maestros en la creación y manufactura de máscaras a partir de diversos materiales, entre los cuales se pueden mencionar casi con seguridad la madera (que por las condiciones climáticas de la zona no se conservan) y las hechas con mosaicos de jade y otros materiales. En el caso de las de madera, estas podrían ser pintadas y decoradas con plumas, semillas y otros elementos, mientras que las de mosaicos podrían haber incluido teselas no solo de jade, sino de turquesa, concha, obsidiana, coral, pirita y piedras verdes.

Las de tamaño natural solían colocarse sobre el rostro del fallecido como máscaras funerarias; pero había también máscaras tipo “retrato” hechas con pequeños mosaicos de jade y piezas de otros materiales, como la concha y la obsidiana.

Otros adornos

Otras piezas similares a las máscaras, pero de menor tamaño, podrían haber sido usadas como pectorales o adornos para los cinturones de los gobernantes, como la mascarita de mosaicos de jade, piedras verdes, concha y obsidiana que mostramos aquí.

En otras categorías de arte prehispánico, como esculturas, figurillas y vasijas (hechas de cerámica, estuco y piedra) presentan personajes llevando máscaras y nos indican la forma en que estas se llevaban, cómo se amarraban, qué representaban y en qué momentos se usaban. Las máscaras podrían fabricarse de materiales perecederos y hasta de la piel del propio animal.

La Trascendencia de la Danza

Al momento de la Conquista y la Colonia, la relación de los mayas con su entorno natural era diferente a la de los europeos. Los grupos indígenas mesoamericanos consideraban que los animales, las plantas y determinados lugares (como cuevas, lagunas, bosques, peñascos y los “cruces de cuatro caminos”, entre otros) eran sagrados.  De aquí se conoce el concepto nativo del “nahual” (espíritu-animal compañero o protector que tiene toda persona desde que nace) y los animales propios de dicho sistema mágico-religioso, como lo son el quetzal, la serpiente, el puma, el jaguar, el venado, el mono, el murciélago, el conejo, el coche de monte y otros de la fauna regional. Por otro lado, el sistema monoteísta traído por los europeos con la iglesia católica, separa al hombre de la naturaleza y coloca al hombre como señor sobre todos los animales y las plantas.

La tradición danzaría indígena y los bailes españoles se fusionaron durante la Colonia. La mayoría de los bailes indígenas no eran aprobados por el Catolicismo, por lo que estos continuaron haciéndose en secreto. En otros casos, la Iglesia permitió que las algunas danzas se realizaran como parte de las festividades en honor del santo patrono del pueblo.

Fuentes

  • Chinchilla Mazariegos, Oswaldo. 2015. “Sounds in Stone: Song, Music, and Dance on Monument 21 from Bilbao, Cotzumalguapa, Guatemala”. The PARI Journal, A quarterly publication of the Ancient Cultures Institute Volume XVI, No. 1, Summer 2015
  • Cohodas, Marvin. “Baile Ritual Maya: Pasado y Presente” en la página web del Grupo Folklórico del Baile de la Conquista, San Cristóbal Totonicapán. http://conquista.arts.ubc.ca/baile.html
  • Grube, Nikolai. 1992 Classic Maya Dance: Evidence from Hieroglyphs and Iconography. Ancient Mesoamerica 3: 201–218
  • Looper, Mathew G.  2009. To Be Like Gods. The Linda Schele series in Maya and pre-Columbian Studies.  UNIVERSITY OF TEXAS PRESS | AUSTIN